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Joaquín Sabina y Jimena Coronado, una historia de amor que ya dura 30 años: de sus comienzos a su boda

Joaquín y Jimena, en una imagen de 2019Cordon Press
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“Hace tiempo que no quiero ir a ningún sitio donde no esté ella”. Así se expresaba recientemente Joaquín Sabina en una entrevista concedida a la revista ‘Esquire’ refiriéndose a Jimena Coronado, la mujer con la que comparte su vida desde hace más de 30 años y que va con él incluso de gira, como la que lo tendrá de conciertos durante todo el verano y que, tal como asegura, será la última.

Cuesta ubicar en estas palabras, en esta nueva forma de ver la vida, al autor de canciones tan inolvidables como canallas, al hombre que amaba la fiesta como pocos, que huía del compromiso como gato escaldado del agua fría. Sin embargo, el músico explicaba en ese mismo medio que ha encontrado “otra felicidad” que no imaginaba que conocería, que es la del “amor verdadero”. 

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Así fueron sus comienzos, en la ‘clandestinidad’

Jimena y Joaquín se conocieron cuando el año 1994 casi tocaba a su fin: el cantante había ido a Lima de gira y ella le hizo una sesión de fotos para el diario ‘El Comercio’ de Perú. Sabina aprovechó un momento en el que se quedaron solos para arreglar una cita, a la que se presentó varias horas tarde y donde ni siquiera la saludó.  

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A pesar del mal comienzo de la noche, terminó bien. Durante cuatro años se vieron en encuentros esporádicos, ya que los dos tenían pareja por entonces; de aquellos inicios da cuenta la letra de ‘Jimena’, un tema que Sabina le dedicó al amor de su vida: “Jimena tiene un máster en desengaños, Jimena es una mina antipersonal, se acuerda de quererme cada dos años mientras yo me las apaño para olvidar”. La canción es de 2020, un año inolvidable para el planeta pero muy especial para ambos, como veremos un poco más adelante.

Su boda, en plena pandemia

Su relación como tal se inició allá por 1999, cuando ambos habían roto con sus respectivas parejas. Se reunieron en Ciudad de México y ya nunca volvieron a separarse. Jimena puso orden en la vida de alguien ingobernable como Sabina, especialmente cuando dos años después la vida le asestó su primer zarpazo. En 2001, el autor de ‘Calle Melancolía’ sufría un ictus, que lo obligaba a cambiar de hábitos de vida. 

Su pareja no se separó de su lado ni entonces ni cuando, unos meses después y a pesar de que el accidente cerebrovascular fue leve y no le dejó graves secuelas, atravesó un cuadro depresivo que le impedía incluso ver a sus amigos más queridos. O cuando sufrió una caída que le provocó un hematoma intracraneal del que lo operaron en 2020, poco antes de que el mundo se parase en seco. 

Cuando pasó lo más duro de la pandemia y comenzó la desescalada, se casaron en secreto en una ceremonia civil. Era el mes de junio de 2020. ¿Los motivos? Sabina lo dejó claro: después de algunos problemas de salud, quería que ella tuviera “papeles para que tenga todos los derechos” si algún día le sucediera algo.

La vida de Sabina a. de J. (antes de Jimena)

Hasta que decidió unirse para siempre a Jimena, hace más de un cuarto de siglo, Sabina era el arquetipo de hombre de vida disipada, amante de la fiesta interminable y alejado de las relaciones estables. Se había casado en 1977 con Lucía Carrera, y desde entonces sus parejas lo habían sido "sin papeles" de por medio. Con una de ellas, Isabel Oliart, tuvo a sus dos hijas, Carmela y Rocío.

Su historia con Jimena marcó un antes y un después: el dúplex que ambos comparten en el corazón de Madrid pasó de ser un trasiego de gente que tenía llaves del piso a convertirse en el hogar que, desde entonces, comparten la fotógrafa y el cantante. Un hogar acorde a los gustos de ambos, desde cuyo balcón salieron a aplaudir a los sanitarios el año en el que ratificaron su amor ante un juez de paz.