Opinión

El matrimonio de Felipe y Letizia, a examen por Concha Calleja: "Han buscado funcionar estos 21 años"

Felipe y Letizia, un matrimonio a examen, por Concha Calleja
Felipe y Letizia, un matrimonio de 21 años a examen, por Concha CallejaDivinity.es
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El 22 de mayo de 2004, millones de personas asistieron a una boda que prometía cambiarlo todo. Un príncipe heredero educado para reinar, y una periodista hecha a sí misma, decidían unirse en matrimonio… y en estrategia. Porque lo suyo no fue solo amor. Fue también una decisión institucional.

Felipe era, desde el principio, el heredero que no quería errores. Su perfil ha sido siempre previsible, sobrio, casi hermético. Nunca se ha movido bien en la emoción pública, pero ha cultivado lo que sí sabe hacer; el equilibrio, el silencio, la estabilidad. Un rey que no da titulares porque sabe que un titular puede costar una crisis. Si no enamora, tampoco desconcierta. Y eso —para un jefe de Estado— es un mérito.

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Letizia llegó con otra biografía. Licenciada, periodista, analítica. No entró en la familia real como figura decorativa, ni como mujer sumisa. Llegó como profesional, y se ha comportado como tal. Su transformación ha sido quirúrgica: estética, gestual, comunicativa. Cada aparición pública está medida. Cada palabra tiene su peso. Letizia ha construido una imagen sin margen para el error. Y lo ha hecho sin pedir perdón por ser quien es.

¿Frialdad o control? ¿Distancia o profesionalidad? Esa es la lectura que cada uno decide hacer. Pero lo cierto es que su figura ha marcado un antes y un después en el papel de las reinas consortes en España. También en el mundo.

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La primera cita de Letizia y Felipe
La primera cita de Letizia y Felipe

Como pareja, han sabido mantenerse fuera del foco personal. No hay excesivas muestras públicas de afecto, ni relatos íntimos ofrecidos en bandeja. Han formado una dupla contenida, sin escándalos, sin grandes aspavientos. Y eso, en el contexto de una monarquía herida por los excesos del pasado, era exactamente lo que se necesitaba -lo que se necesita. Una pareja sin sobresaltos.

Muchos esperaban gestos y ellos ofrecieron estructura. Otros pedían cercanía. Ellos ofrecieron permanencia. En estos 21 años, Felipe y Letizia han sido una pareja que no han buscado agradar, sino funcionar. Y lo han conseguido.

No es un matrimonio para románticos. Pero sí para institucionalistas. Frente a la teatralidad emocional de otras casas reales europeas, ellos han optado por un estilo más frío, más calculado… más eficaz. Ni una palabra de más. Ni una imagen sin controlar. Ni una grieta expuesta.

¿Es esto una muestra de fuerza o una estrategia de supervivencia? Posiblemente ambas. Porque en una institución que vive —en parte— de la percepción, saber cuándo callar también es saber reinar.

Felipe y Letizia no celebran públicamente su aniversario. No lo necesitan. Su presencia, aún hoy, es su mensaje. Siguen ahí. Siguen juntos. Siguen sin dar explicaciones.

Y en una monarquía que ha tenido que reconstruirse sobre las ruinas del escándalo, ellos han sido el puente. No por su amor. Sino por su resistencia.

Veintiún años después, la historia no es la boda. La historia es lo que han hecho con ella.