Los rincones privados del Palacio de Liria que disfruta la Casa de Alba: de la piscina a los jardines

El Palacio de Liria, residencia de la Casa de Alba en Madrid, fusiona historia, arte y vida familiar en un entorno único con jardines de estilo francés, una piscina privada y salones lleno de obras culturales
El papel que juega Eugenia Martínez de Irujo en los numerosos negocios familiares de la Casa de Alba
MadridEn pleno barrio de Argüelles de la capital madrileña se alza el Palacio de Liria perteneciente a la Casa de Alba, la residencia oficial del duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, y sede de la Fundación Casa de Alba. Aunque muchos lo identifican por su fachada neoclásica o por las visitas culturales que acoge día tras día, pocos saben que en su interior se esconden rincones reservados exclusivamente para la familia, como un extenso jardín de inspiración francesa o una espectacular piscina familiar privada.

En sus inicios, el Palacio de Liria fue un proyecto personal de Jacobo Fitz-James Stuart, III duque de Berwick y de Liria, cuya obra encargó a Ventura Rodríguez en 1767 con la intención de contruir un edificio totalmente nuevo en la capital: cuatro plantas y más de 200 habitaciones en una zona que entonces era de extrarradio. La Guerra Civil destrozó su interior en 1936, pero las fachadas resistieron y, tras la contienda, el arquitecto Manuel Cabanyes reconstruyó el edificio respetando el diseño original y añadiendo su escalera señorial de la entrada principal y la biblioteca actual.
Jardines privados de inspiración francesa
Si algo sorprende al círculo más íntimo de la Casa de Alba, aquello que cuentan con la suerte de poder acceder a esta zona del palacio, son sus jardines privados situados en la zona trasera del edificio. Concebido como un marco que recoge y realza la fachada trasera, los jardines combinan parterres barrocos, una alameda perimetral y zonas excavadas que aportan profundidad con superfecies de césped natural, siguiendo la estética de Le Nôtre en Versalles. Hoy en día mantiene la misma traza geométrica con la que fue diseñado entonces, reforzada con esculturas clásicas y especies vegetales traídas de distintas partes del mundo.
Aunque una parte del jardín se puede visitar en las rutas oficiales, existe una franja completamente reservada para la familia: la zona de jardín que rodea la piscina privada. Ese espacio, oculto tras grandes setos y árboles centenarios, que solo se abre durante celebraciones privadas de la Casa de Alba.
La gran piscina de la familia Alba
Gracias a las redes sociales de Eugenia Martínez de Irujo hemos podido ver desde cerca la piscina familiar privada del Palacio de Liria. De forma irregular y rodeada de un césped impecable, está situada al pie de una gran escalinata con maceteros clásicos y junto a un muro tapizado de vegetación. Alrededor, varias esculturas clásicas y bancos de piedra crean un oasis que rompe con el bullicio de la calle Princesa. La zona se utiliza en verano para fiestas familiares íntimas y eventos muy exclusivos, ya que ni siquiera las visitas guiadas incluyen esta zona del palacio en su recorrido.

Un museo privado, una biblioteca histórica y más de 20 salones
Dentro de Liria, cada sala parece una pinacoteca. Goya, Velázquez, Rubens o Ingres decoran las paredes principales del palacio que han visto desfilar a Charles Chaplin, Audrey Hepburn o la reina Sofía. El salón Goya y el salón Zuloaga rinden homenaje a las escuelas españolas, mientras que los salones flamenco e italiano exhiben tablas y lienzos desde los siglos XVI al XIX. Esa colección privada, fruto de seis siglos de encargos y adquisiciones, es una de las más valiosas de Europa.
Si el arte pictórico impresiona, la biblioteca del Palacio de Liria emociona: más de 18.000 volúmenes, entre ellos una edición del 'Quijote' de 1605 y la mayor recopilación de cartas autógrafas de Cristóbal Colón. El archivo histórico supera las 50.000 piezas, incluido el último testamento de Fernando el Católico. El incendio de 1936 destruyó parte del archivo aunque se recuperó casi todo el material histórico. Sin embargo, aún se aprecian algunas "heridas de guerra" en los manuscritos que sobrevivieron.
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