El moderno salón de Marina Romero y Javier Tudela: minimalista y con juego de alturas en los techos

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Nos colamos en la zona que se hace con el protagonismo en su casa
La casa de Marina Romero y Javier Tudela se ha convertido en un auténtico refugio para toda la familia. En un momento delicado, marcado por el estado de salud de Marina, su hogar en la lujosa urbanización de La Finca, en Pozuelo de Alarcón, según vemos a través de sus redes sociales es un lugar de calma donde organizarse, cuidarse y hacer piña.

La vivienda se asienta sobre una parcela de unos 600 metros cuadrados y se distribuye en cinco plantas, todas conectadas por un ascensor privado. El gimnasio queda en el sótano, los dormitorios en las plantas superiores y, en la planta baja, se concentra la zona que realmente define la personalidad de la casa. Se trata del espacio de día, con el salón, un despacho, un baño y la salida al jardín. Es una planta práctica, muy vivida y pensada para adaptarse al ritmo familiar.
El salón, el epicentro de la vida en casa
El salón destaca desde el primer vistazo por su estética moderna, minimalista y muy luminosa, basada en una paleta de blancos rotos, beiges y maderas claras. La luz natural se multiplica gracias a un detalle arquitectónico especialmente atractivo: el juego de alturas en los techos, que aporta una sensación de amplitud y ligereza difícil de replicar. A esto se suman espejos estratégicamente colocados, que redoblan la luminosidad y abren visualmente el espacio, como si el salón respirase todavía más.

Presidiendo la estancia aparece un sofá modular de gran tamaño en blanco roto, que actúa como eje central de toda la distribución. Es cómodo, versátil y se adapta a cualquier plan familiar. A su alrededor, los muebles siguen una línea limpia y ligera, sin recargar.
Pero lo interesante es que, dentro de este estilo depurado, la pareja ha introducido un toque personal inesperado, varios marcos de estilo más clásico en las paredes, que generan un contraste muy equilibrado. No rompen la estética minimalista, sino que la enriquecen con un guiño más tradicional que aporta carácter.
Otro elemento que suma muchísimo es la chimenea minimalista, perfectamente integrada en la arquitectura del salón. Su diseño limpio mantiene la coherencia visual, pero añade ese punto de calidez que convierte el espacio en un lugar todav ía más acogedor, especialmente en los meses fríos.

Un salón que conecta con el exterior
La relación del salón con el exterior es otro de sus grandes atractivos. Desde esta planta se accede directamente al jardín, donde hay césped, una piscina y una zona chill out con porche y tumbonas. La continuidad entre interior y exterior hace que el salón funcione casi como una extensión natural del jardín. Dentro está la vida diaria; fuera, las tardes de desconexión y los ratos en familia que se alargan sin mirar el reloj. Pese a ser ambientes distintos, ambos mantienen una coherencia que hace que encajen a la perfección.
La presencia de los peques también influye en cómo se vive esta parte de la casa. Al igual que ocurre en la habitación Montessori de uno de sus pequeños, aquí se nota la búsqueda de equilibrio entre funcionalidad y estética. El salón está pensado para soportar la vida real: texturas agradables, mobiliario cómodo, colores tranquilos y una distribución que favorece el orden sin perder esa sensación cálida que lo hace tan habitable.
Y aunque es cierto que la casa cuenta con dimensiones generosas, la filosofía que hay detrás de su interiorismo es fácil de replicar. Una base neutra bien trabajada, una pieza protagonista que dé estructura al espacio, pocos muebles pero bien elegidos, espejos que amplíen y detalles con personalidad para lograr ese toque de ‘hogar’.
