Agustina Rodrigo, dermatóloga: “Una piel sana comienza por un intestino equilibrado, la alimentación influye directamente”
Lo que comes se refleja en tu piel: el secreto de una tez luminosa empieza, literalmente, en tu intestino. Lo dice la dermatóloga con la que hemos hablado
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Que lo que comemos se nota en la piel ya no es solo una frase de madre insistente. Es ciencia. Lo confirma la dermatóloga experta en antienvejecimiento y medicina estética Agustina Rodrigo, directora médico de la clínica Vandermed, que nos explica cómo la salud intestinal y la piel están conectadas. “La alimentación influye directamente en nuestra piel, ya que una piel sana comienza por un intestino equilibrado”, asegura. Y así deja claro que el llamado eje intestino-piel es ese canal invisible que une lo que pasa en el estómago con lo que vemos frente al espejo.
Según la doctora Rodrigo, el intestino regula la absorción de nutrientes esenciales (vitaminas, minerales, aminoácidos o ácidos grasos) y controla procesos tan importantes como la inflamación o la inmunidad. “Cuando hay disbiosis intestinal, mala absorción o una dieta pobre, se liberan sustancias proinflamatorias que pueden alterar la piel y empeorar condiciones como el acné, la rosácea o los eccemas”, detalla. Es decir, lo que comemos (y lo que no) puede marcar la diferencia entre una piel luminosa o una con tendencia a los brotes.
Azúcar, ultraprocesados y dietas restrictivas afectan a la piel
Las señales de que algo va mal dentro se ven fuera. Y muchas veces, la culpa está en el plato. “El exceso de azúcares simples y ultraprocesados favorece la glicación del colágeno y acelera el envejecimiento cutáneo”, advierte la especialista. A eso se suma la falta de grasas saludables, tan necesarias para mantener la barrera cutánea, y el déficit de antioxidantes (vitamina C, E, polifenoles), encargados de frenar el daño oxidativo que apaga la piel.
Las dietas demasiado restrictivas, añade, son otro error frecuente. “No solo alteran la microbiota, también dificultan la absorción de nutrientes clave”, señala Rodrigo. El resultado es una piel más apagada, seca o sensible. Tampoco se libra la deshidratación: “Una ingesta insuficiente de agua o el abuso de alcohol se reflejan en una piel sin elasticidad ni luminosidad”, apunta.
En casos concretos, hay alimentos que directamente juegan en contra. “Los lácteos en exceso y los productos con alto contenido en hormonas pueden agravar el acné; los azúcares refinados y harinas blancas elevan la insulina y la IGF-1, lo que también desencadena brotes; y el alcohol o las comidas picantes empeoran la rosácea al favorecer la vasodilatación”, explica. O, lo que es lo mismo: lo que ponemos cada día en nuestro plato importa, y mucho.
Comer bien es un tratamiento de belleza, pero no todo
No es de extrañar que cuando veamos una piel bonita sea una gran consecuencia de una buena alimentación. Y uno de los ejemplos puede ser el de la mismísima reina Letizia, con una piel muy cuidada y que cuida su alimentación.
La parte positiva es que la dieta puede ser un potente tratamiento cosmético. “Frutas y verduras ricas en antioxidantes, como las bayas, las espinacas, los pimientos o las zanahorias, ayudan a proteger la piel del daño oxidativo”, enumera la dermatóloga. A ellas se suman los ácidos grasos omega-3, presentes en pescados grasos, nueces o semillas de lino, que “refuerzan la función barrera y reducen la inflamación”, además de las proteínas de calidad, imprescindibles para fabricar colágeno y elastina.
Otro pilar clave son los probióticos y prebióticos, que se encuentran en yogures naturales, kéfir o alimentos fermentados. “Favorecen un intestino sano y, con ello, una piel más equilibrada y menos reactiva”, destaca Rodrigo. Y no, no se trata de sustituir la cosmética por un menú saludable, sino de sumar. “La alimentación es una base fundamental y puede producir cambios notables en la piel, sobre todo a medio y largo plazo. Pero para potenciar sus efectos, es necesario complementarla con una rutina cosmética adecuada”, concluye.