A ver si os suena. Kate Bolick llevaba desde niña diciendo que se casaría, como muy tarde, a los treinta. Se puso a estudiar con pasión, a divertirse por ahí, a viajar, a trabajar en lo que quería/le dejaban, a vivir la vida moderna y, para cumplió las tres décadas, se dio cuenta de que no le apetecía lo más mínimo. ¿Ya? De hecho, el matrimonio se había convertido en un tema incluso molesto, sobre todo en las visitas a su abuela o las comidas familiares los domingos (una estrella muere cada vez que alguien dice eso de 'se te va a pasar el arroz'). Así que se puso a pensar. Mientras lo hacía leyó a Edna St.Vincent Millay, Maeve Brennan, Edith Wharthon, Neith Boyce y Charlotte Perkins Gillman, y descubrió que todas ellas habían logrado no buscar en los demás su propia identidad. Total, que por ahí van los tiros: ¿de qué estoy hecha? ¿dónde coloco mi maternidad, mis aspiraciones laborales y mi pasión en un mundo que no se parece en nada al de mi madre?