Salud mental

Juan Cruz González, psicólogo clínico: "El calor extremo afecta negativamente a la salud mental"

Una mujer bebiendo agua en un banco
Una mujer sentaba en un banco con calorGetty Images
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El verano ha llegado con temperaturas de récord. Junio fue un mes especialmente caluroso, en el que se batieron varias marcas de temperaturas más altas registradas, pero desde entonces se han ido sucediendo los días de calor y sol y los avisos por olas de calor. Por eso, ya no solo llega con tener en cuenta los consejos de bienestar para el verano habituales, sino que hay que prestar especial atención para prevenir los efectos de estas elevadas temperaturas en la salud.

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Los efectos del sol en la salud

No todo es malo cuando hablamos del calor y el sol”, puntualiza María Susana Romero, médico de familia del Hospital Universitario Sanitas Virgen del Mar. “La exposición solar moderada ayuda a activar la producción de vitamina D esencial para la salud ósea y el sistema inmunológico”, apunta. Para ello, eso sí, solo necesitamos de 10 a 15 minutos de sol en rostro y brazos.

Igualmente, algunas investigaciones señalan que cuando hace buen tiempo nos cuesta menos salir, por lo que nos movemos más e incorporamos hábitos de vida más saludables, como pasear o pasar tiempo en la naturaleza.

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Sin embargo, y a pesar de ese impacto positivo para la salud, el sol y el calor pueden resultar perniciosos cuando son excesivos. Los dermatólogos insisten en que no es bueno broncearse y que se debe evitar la exposición en las horas centrales del día, pero además las elevadas temperaturas pueden pasar factura a la salud tanto física como mental.

Los efectos de las elevadas temperaturas en la salud

La doctora Romero confirma que en verano ven más casos de “deshidratación, infecciones gastrointestinales, quemaduras solares y golpes de calor”. “Para evitar estas visitas, conviene extremar la higiene alimentaria, protegerse del sol con crema y ropa adecuada, mantenerse hidratado y ser muy consciente de los límites del cuerpo ante las altas temperaturas”, recomienda. Es importante cuidarnos en verano y entender los efectos que tienen las altas temperaturas.

En general, el calor extremo “puede incrementar el riesgo de deshidratación, problemas cardiovasculares, alteraciones en el sueño y empeoramiento de enfermedades crónicas”. Les pasa, por ejemplo, a quienes tienen diabetes o asma. Igualmente, las elevadas temperaturas sobrecargan el organismo, lo que puede pasar factura al corazón o los riñones, que deben trabajar más intensamente, por así decirlo, para enfrentarse a ese nuevo escenario.

A eso se suma que el calor nos aturde y engaña a nuestro cerebro, haciéndole creer que tiene hambre cuando en realidad está levemente deshidratado. "El cuerpo puede interpretar de forma similar la necesidad de comer y la necesidad de beber", señala Mireia Obón-Santacana, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

A nivel global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que las altas temperaturas pueden también aumentar el riesgo de sufrir accidentes y de contraer determinadas enfermedades infecciosas. De hecho, la organización advierte ya de que los golpes de calor son la primera causa de defunción relacionada con el clima. En esos casos, el cuerpo se sobrecalienta, lo que acaba dañando diferentes órganos.

Una mujer permanece a la sombra, una recomendación frente al sol excesivo

“Los principales síntomas de un golpe de calor son mareo, confusión, piel caliente y seca, dolor de cabeza, náuseas e incluso pérdida de consciencia”, indica Romero. “Para prevenirlo, conviene evitar la exposición al sol en horas críticas, refrescarse con frecuencia, beber líquidos, aunque no se tenga sed y no realizar esfuerzos físicos intensos al aire libre cuando hace mucho calor”, advierte.

Algunas personas deben tener especial cuidado ante el riesgo de sufrir un golpe de calor, como ocurre con quienes trabajan en exteriores, la población de más edad o quienes por su salud previa son ya población de riesgo.

El impacto del calor en la salud mental

Menos visible es el impacto que las altas temperaturas tienen en la salud mental, a la que también afecta de forma negativa. “El calor extremo nos afecta a todas las personas, ya que puede alterar el sueño, el apetito, la concentración, el estado de ánimo y la tolerancia al estrés”, apunta el psicólogo clínico Juan Cruz González, miembro del Colegio Oficial de Psicología de Madrid. Sin embargo, el efecto puede ser peor para quienes ya tienen trastornos psicológicos o problemas de salud previos, explica el experto, ya que sus síntomas pueden agravarse o hasta el calor puede afectar a la eficacia de sus medicamentos.

“El calor extremo actúa como un estresor fisiológico, psicológico y social, afectando negativamente a la salud mental”, indica. “Las altas temperaturas que tenemos generan una sensación de falta de control, vulnerabilidad e incluso miedo, debido a los riesgos que suponen para la salud humana, el medio ambiente y la supervivencia de muchas especies”, señala.

El calor intenso puede alterar los niveles de cortisol y de serotonina, que impactan tanto en el estrés como en el estado de ánimo. “Diversos estudios han demostrado que durante las olas de calor aumentan los casos de ansiedad, depresión, irritabilidad, agresividad e incluso suicidios”, apunta.

Una mujer come sandía, uno de los alimentos que ayudan a mantenerse hidratada

Cómo prevenir los efectos de las altas temperaturas

Prevenir siempre es mejor que curar y, ante las altas temperaturas, se pueden tomar algunas medidas que ayuden a paliar sus efectos más negativos. En general, tanto los expertos en salud física como en salud mental recomiendan evitar las horas de más calor, hidratarse bien (para lo que ayuda beber agua y consumir alimentos hidratantes, como la sandía), llevar una alimentación equilibrada o permanecer en sitios frescos o bien ventilados. La doctora Romero recomienda igualmente evitar el alcohol y optar por ropa ligera.

En salud mental, Cruz González suma el valor del “autocuidado mental”: unos horarios de sueño regulares, no sobreexponerse a noticias negativas climáticas, planificar descansos, mantener un buen ocio (adaptado al calor) o un autoconocimiento sobre cómo nos afecta el calor ayuda. También lo hacen gestionar el estrés, ser flexibles y adaptarse a estas circunstancias y ajustar qué hacemos y cómo pensando en el calor extremo.

Toda la población debe seguir estas recomendaciones, aunque los grupos de riesgo son quienes deben prestar más atención. “Los grupos de riesgo son principalmente los mayores, niños, embarazadas y personas con enfermedades crónicas como cardiovasculares o respiratorias”, apunta Romero. Deben “extremar la vigilancia” y asegurarse “una correcta hidratación”, así como evitar los cambios bruscos de temperatura.

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