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Silvia Álava, doctora en psicología: “Para regular el estrés hay que evitar las pantallas, son un chupete emocional"

Una mujer agobiadaPexels
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Vivimos acelerados. Nos levantamos con el móvil en la mano, revisamos mensajes antes de tomar el primer café, encadenamos reuniones, obligaciones, ruido y pantallas. Y cuando por fin termina el día, la cabeza sigue corriendo. Es entonces cuando aparece esa palabra tan manida como real: estrés. Lo culpamos de todo -del cansancio, del mal humor, del insomnio…-, pero ¿sabemos realmente qué es y cómo funciona?

En una sociedad que parece rendir culto a la productividad y a la inmediatez, el estrés se ha convertido casi en un compañero de viaje permanente. Sin embargo, no todo estrés es negativo. De hecho, según los expertos, cierto nivel de activación puede ser incluso beneficioso, ayudándonos a reaccionar ante imprevistos o a rendir mejor en momentos clave. El problema llega cuando esa respuesta natural se prolonga en el tiempo o se dispara sin motivo real.

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Para entender mejor qué ocurre en nuestro cuerpo y en nuestra mente, y descubrir si existe una manera sana de convivir con el estrés, hablamos con Silvia Álava, doctora en Psicología.

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Situaciones de alerta

“Para poder gestionar el estrés, lo primero que tenemos que saber es qué es tener una buena psicoeducación”, nos cuenta Álava. “Imagina que vas andando por la calle, estás un poco despistada, y no ves que viene un coche. ¿Cómo reacciona nuestro organismo? Empieza a tener una reacción de emergencia: el corazón va más deprisa, la tensión sube, empezamos a hiperventilar… Nuestro organismo se prepara para poder salir corriendo”.

En ese momento, explica, quien toma el mando es el sistema nervioso autónomo, el que se encarga de mantenernos con vida. “Si en ese instante esperásemos a que nuestro cerebro diese la orden de correr, el coche ya nos habría pillado”.

Ese es el estrés positivo, el que nos salva la vida. El problema aparece cuando esa misma respuesta se activa ante algo que no es realmente peligroso: una reunión, un examen o una discusión de pareja. “Tenemos el mismo cerebro que en el Paleolítico -señala Álava-, diseñado para reaccionar ante peligros reales, no ante pensamientos. Pero hoy, muchas veces, el peligro está solo en nuestra cabeza, en esos ‘y si…’ que nos hacen imaginar lo peor”.

Cuando esa activación se mantiene en el tiempo, aparece la ansiedad. Y ahí es donde entra el reto de aprender a manejarla. “Lo primero que tenemos que saber para poder gestionar nuestra ansiedad es exactamente esto: que estamos ante una situación potencialmente peligrosa que no lo es”, explica la psicóloga.

Los tres vértices de un triángulo

Según Álava, la ansiedad tiene tres vértices, como un triángulo. El fisiológico, con síntomas como palpitaciones, presión en el pecho o sudoración. El cognitivo, es decir, los pensamientos del tipo “no puedo”, “va a salir mal”, “no voy a ser capaz”.

Y por último, el conductual, las cosas que hacemos para intentar calmar la ansiedad: comer por impulso, fumar, beber o distraernos sin realmente gestionar la emoción.

Tres estrategias para hacer las paces con tu estrés

Entonces, ¿por dónde empezar para gestionar el estrés de forma sana? Silvia Álava propone tres tipos de estrategias, cada una centrada en uno de esos vértices.

Por un lado, las estrategias cognitivas. “Hay que empezar a trabajar con esos pensamientos que nos generan ansiedad, y darnos cuenta de que todo lo que pensamos no es tan cierto. Se trata de reevaluar lo que nos decimos y cambiar ese diálogo interno tan negativo por uno más neutro. No hace falta que sea extremadamente positivo; con que no sea dañino, ya vale”.

Después, las estrategias fisiológicas, como las técnicas de relajación, la respiración diafragmática o el mindfulness. Son herramientas que ayudan a bajar la activación del cuerpo y a recuperar la calma.

Y, por último, las estrategias conductuales. “Es importante observar qué comportamientos usamos para regular ese estrés. Hacer deporte, hablar con un amigo, o realizar una actividad que nos distraiga son buenas opciones. Pero -advierte Álava- hay que evitar las pantallas. Son un ‘chupete emocional’ que solo tapa la emoción, no la gestiona”.

En otras palabras. El estrés no es nuestro enemigo, sino una señal que nos invita a escucharnos, a entender cómo funciona nuestro cuerpo y a aprender a regularnos. Porque no se trata de eliminarlo, sino de convertirlo en un aliado que nos ayude a vivir mejor.